El Príncipe Rana - Cuentos Clásicos infantiles

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El Príncipe Rana: El cuento de la princesa y el sapo

Había una vez una princesa. Muchos pretendientes llegaron a palacio para ganar su mano en matrimonio, pero a la Princesa le parecía que cada uno de ellos la miraba sin verla realmente.

"Actúan como si una princesa no tuviera nada más que su fina corona y sus vestidos reales", se dijo con el ceño fruncido.

Una tarde, después de una de estas visitas, la princesa pensó: "A veces me gustaría volver a ser pequeña". Encontró su pelota favorita de la infancia, la que brillaba cuando la lanzaba en alto al sol. Llevó la pelota al patio del palacio y la lanzó cada vez más alto. Una vez la lanzó muy alto y, cuando corrió a cogerla, tropezó con el tocón de un árbol. La pelota se cayó y cayó en el pozo real. Corrió a buscar la pelota antes de que cayera demasiado lejos, pero cuando llegó ya no pudo verla en el agua.

"¡Oh, no!", gimió, "¡Esto es terrible!" En ese momento, una pequeña rana verde asomó la cabeza por encima del agua.

"Quizá pueda ayudarte", dijo la Rana.

"Sí", dijo la Princesa. "¡Por favor, coge mi pelota!"

"No hay problema", dijo la Rana. "Pero primero hay algo que debo pedirte".

"¿Qué quieres decir?", dijo la Princesa.

"Es que pases tiempo conmigo hoy", dijo la Rana.

"No estoy segura de saber qué significa eso", dijo la Princesa.

"Sólo tienes que pasar tiempo conmigo hoy", repitió la Rana.

"De acuerdo entonces, ¡bien!", dijo la Princesa. "¡Ahora, por favor, coge mi pelota!"

"Estoy en ello", dijo la Rana. Se sumergió en el pozo. Unos instantes después, subió con la pelota en una mano.

"Gracias", dijo la princesa, cogiéndola.

Se dio la vuelta para irse.

"¡Espera un momento!" dijo la Rana. "¡Prometiste pasar tiempo conmigo hoy!"

"Ya lo hice", dijo ella encogiéndose de hombros. Y la Princesa regresó al palacio.

Esa noche, durante la cena con su familia y los consejeros reales, llamaron a la puerta. El criado abrió la puerta y no vio a nadie. La Rana, de pie, se aclaró la garganta. "La Princesa prometió pasar un rato conmigo hoy", dijo la Rana en voz tan alta como pudo. "Así que aquí estoy".

"¡Hija!", dijo el Rey desde el otro extremo de la mesa. "¿Prometiste pasar tiempo con esta Rana, como él dice?"

"Más o menos", dijo la Princesa. Tras una pausa, añadió: "Oh, muy bien, pasad".

Los sirvientes prepararon rápidamente un nuevo cubierto para la Rana y ésta saltó a la mesa real.

La conversación giró en torno a un tema que preocupaba al reino. Ninguno de los consejeros reales sabía qué hacer.

"Padre, si me permite", dijo la Princesa. "Tal vez podríamos..."

"¡Para!" dijo el Rey, cortándola. "Tengo suficientes asesores, créeme".

"Si me permite", dijo la Rana, y era la primera vez que hablaba en la mesa. "Hay más cosas en una princesa que su fina corona y sus vestidos reales".

La princesa se quedó mirando a la rana. ¿Cómo podía esta ranita -más que nadie- entender algo así?

Después de la cena, la Rana se inclinó ante la Princesa. Dijo: "Has hecho lo que dijiste que harías. Supongo que ya es hora de que me vaya".

"¡No, espera!" dijo la Princesa, "no es tan tarde. ¿Qué tal un paseo por el jardín?".

La Rana estaba encantada. Los dos caminaron por el jardín real, la Rana saltó a lo largo del muro de piedra para que él y la Princesa estuvieran al mismo nivel y pudieran hablar con facilidad.

Se rieron de muchas cosas. Más tarde, cuando el sol se puso, admiraron los rojos intensos que proyectaba en el cielo.

La princesa dijo: "Sabes, estar contigo esta noche ha sido mucho más divertido de lo que pensaba".

"Yo también me lo he pasado muy bien", dijo la Rana.

"¿Quién lo iba a decir?", dijo la Princesa con una carcajada. Se inclinó hacia ella y le dio un ligero beso en la mejilla.

Al instante, hubo una ráfaga de nubes y humo. La pequeña rana verde se había convertido en un joven príncipe. La princesa dio un salto hacia atrás, sorprendida, y ¿Quién podría culparla? El Príncipe le dijo rápidamente que no se preocupara, que todo estaba bien. Años antes, una bruja malvada le había hechizado para que siguiera siendo una rana hasta que le besara una princesa. La bruja había soltado una carcajada malvada, diciendo: "¡Como si eso fuera a ocurrir alguna vez!". Pero así fue.

Ahora el Príncipe y la Princesa podían conocerse mejor. Años más tarde, después de casarse, mandaron hacer un hermoso adorno para el baile y lo colocaron en su mesa real. Y cuando la luz del sol entraba por las ventanas del palacio, brillaba a la vista de todos.

Preguntas para pensar y compartir:

Pregunta 1: Elige un personaje. ¿Cómo cambió/creció/aprendió esa persona o animal al final de la historia?

Pregunta 2: Di lo que crees que esta historia intenta mostrarte.

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