Otros Cuentos
Cuentos infantiles variados.
Recursos educativos - Cuentos infantiles
La Tortuga y el Mar
En una lejana isla, vivió hace muchos años un pescador con su hijo Laszlo.
Su única riqueza consistía en una pequeña barca y una red para pescar.
El producto de la pesca lo vendían, y así podían atender a sus necesidades. Pero había días en que echaban la red al mar y la sacaban vacía.
Sucedió un día que Laszlo, al dirigirse a su casa, vio a un grupo de chiquillos que golpeaban brutalmente a una pobre tortuga. Laszlo, que era un niño muy bondadoso, se dirigió a los que tenían apresado al animalito y enojado les dijo:
-Sois malos, y Dios os castigará si hacéis eso.
La tortuguita miró a Laszlo con sus ojillos saltones, y éste la cogió entre sus brazos, alejándola de aquellos lugares.
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- Escrito por: Estefanía Morera
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Una pastora Ye-yé
En un lugar muy lejano, rodeado de verdes llanuras, una comunidad de ovejas tenían establecido su reino.
Allí se encontraban los mejores pastores del mundo, los cuales eran elegidos por la Oveja Reina según sus virtudes.
Estos pastores cruzaban los caminos de una a otra parte del país, cosechando granos y demás alimentos para que las ovejas, pudiesen comer durante el invierno cuando los campos estuviesen cubiertos por la nieve.
Así, todos los niños que como buenos pastores habían estado en aquel lugar eran felices para siempre.
Por esto, un cierto día Rosarín, sabedora de las maravillas de aquel reino, dijo su hermanito: ¡Cuánto me gustaría ser pastora en aquel lejano país!
Bah, Rosarín, -Le dijo éste-. ¿No comprendes que las ovejas no querrían a una niña que lo único que sabe es bailar?
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- Escrito por: Estefanía Morera
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El castillo que cambió de colores
Carlucho XVIII, “Príncipe de Las Tierras al Sur de la Laguna Roja” – a quien podemos llamar Carlucho Dieciocho o Carlucho Décimo Octavo y, sus íntimos, en lo más íntimo, y no en presencia de sus Padres Reyes, podían llamar Carlitos o Charlie - se había alejado hasta las orillas del río que bordeaba su palacio, acompañado de uno de los sacerdotes del monasterio cercano.
Acababan de salir de uno de los refugios del camino, donde estuvieron cobijados por el paso de una lluvia reciente. Como por esa mañana, era notorio, no seguiría lloviendo, decidieron continuar su paseo.
No teniendo otra cosa más que hacer, Carlucho XVIII miró hacia las aguas del río.
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- Escrito por: Estefanía Morera
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Una bicicleta azul con alas
Niña Soliluna - que aún no tenía ese nombre, porque todavía no había nacido - apenas si podía dormir. Se sentía muy sola y triste porque en el vientre de su madre no encontraba una bicicleta azul con alas.
Desde que la había visto en sueños, no pensaba en otra cosa.
Para colmo, se había montado en ella y había dado unas vueltecitas por la Plaza Principal de ciudad en la que iba a nacer, bordeando sus aceras, y aromando a todos con las flores de su alegría.
Usando el cordón umbilical como un periscopio - al igual que lo había hecho otras veces - miraba hacia ese mundo de afuera ansiando encontrarla.
- ¡Ah, si la encontrase, aunque sólo fuera en sueños! - se dijo para sí, mientras le daba unas cuantas pataditas al vientre materno.
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- Escrito por: Estefanía Morera
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El mejor Arquero del Rey
Este era un Rey que tenía el mejor palacio de todos los palacios del reino, y de todos los reinos vecinos. Porque tenía los mejores arquitectos de éste y los otros reinos. Se lo habían construido con las mejores piedras para tener los mejores muros, las mejores torres, los mejores torreones, las mejores almenas, con los mejores fosos, los mejores puentes levadizos y las mejores puertas. Con las mejores habitaciones, las mejores ventanas, los mejores salones, las mejores salas, los mejores corredores, los mejores pasadizos, los mejores pisos y los mejores techos.
Las mejores capillas y – por qué no -, las mejores mazmorras y prisiones. Como, también, los mejores patios y las mejores plazas arboladas, con las mejores fuentes, de éste y otros reinos.
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- Escrito por: Estefanía Morera
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La Princesa que no reía
No todo cuento tiene que comenzar con “Había una vez” pero, este sí.
Había una vez un cielo, con nubes, sol y pájaros volando.
Debajo de esto un reino, con su bosque, su campo, su río y su pequeña montaña. En la montaña, un palacio, con su torre. Y, en la torre – asomada - una princesa que no reía y, casi siempre, estaba como mirando hacia el camino.
La princesa era bondadosa y muy querida por su pueblo y el reino era feliz, bueno, casi feliz, ya que todos – desde los Reyes, hasta el más pequeños de los súbditos - se notaban preocupados por la seriedad que la embargaba.
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- Escrito por: Estefanía Morera
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El Ratón de Campo y el Ratón de Ciudad
Un día el ratón de ciudad hizo una visita a su primo el ratón de campo. Este sacó las cosas que solía comer y que tenía almacenadas en su pequeña madriguera, junto al tronco de un gran árbol: granos de maíz, bellotas, espigas de trigo...
-¿Esto es lo que coméis normalmente por aquí? -preguntó el ratón ciudadano.
-Pues claro -contestó el ratón de campo, sorprendido-. Comemos lo que crece en el campo y lo que crece en el campo y lo que se encuentra en el bosque. ¿Qué otra cosa íbamos a comer?
-¡Tú no sabes lo que es vivir! - exclamó el ratón de ciudad-. Ahora mismo vienes conmigo a la ciudad y verás lo que es comer debidamente.
-¡Pero aquí no hay campos ni árboles! - exclamó el ratón de campo cuando llegaron a la ciudad-. ¿Dónde crece la comida?
-No hay campos ni árboles -contestó su primo-, pero hay hombres. Los hombres comen cosas suculentas, y dejan las sobras para nosotros... Ven conmigo y lo verás.
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- Escrito por: Estefanía Morera
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San Antonio, el Fuego y los Hombres
Hubo un tiempo en el que no había fuego en el mundo. Los hombres se morían de frío y fueron a pedir ayuda a San Antonio. Le dijeron que no aguantaban más; si no se ponía remedio acabarían congelados.
San Antonio se compadeció y a pesar de que el fuego estaba en el infierno, decidió ir a buscarlo.
Se presentó ante las puertas del infierno con su bastón y su cerdito, pues antes de ser santo, San Antonio había sido porquero.
-¡Abran la puerta! -gritó golpeando con su bastón- ¡Tengo frío y me quiero calentar!
Los diablillos abrieron un poquito la puerta, pero sólo dejaron pasar al cerdo, que entró de un salto en el infierno. El travieso animal se puso a corretear y a meter el hocico en todos los rincones.
Cansados de perseguirlo, los diablillos acabaron por ir a hablar con el santo.
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- Escrito por: Estefanía Morera
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Historias del Sol
Cierto día el viento, que viaja por todo el mundo, la lluvia, que cae en todas partes, y el Sol, que alumbra a todos los hombres, contaban sus historias. Y esto es lo que contó el Sol:
Volaba un cisne por el cielo claro, y los rayos del Sol hacían que las plumas del ave relucieran como el oro. Una pluma cayó, y como en ese momento el cisne volaba sobre el mar, la pluma se posó sobre la cabeza de un joven marino. Al poco tiempo, el muchacho se había convertido en un rico comerciante y pudo comprar sus propios barcos.
Más tarde, otra pluma cayó sobre un prado lleno de árboles, y arrancó una hoja de un árbol. La hoja cayó sobre un niño, y en sus manos se convirtió en un libro. Tantas cosas aprendió aquel niño en ese libro y en otros que leyó después, que llegó a ser uno de los más grandes savios del mundo.
Luego, el cisne se posó para descansar en un lago plácido y oscuro que estaba en medio del bosque, rodeado de hermosas flores. Una pobre mujer, que recogía leña, vio que el cisne, tras haber descansado, levantaba vuelo. Se acercó al lago y descubrió un huevo de oro. La mujer lo guardó y lo llevó a su casa. Ella sentía que algo vivo latía en ese huevo.
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- Escrito por: Estefanía Morera
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Pedro y el lobo de Sergei Prokofiev
Un cuento clásico ideal para hablar con los niños de las consecuencias de las mentiras
Había una vez un pequeño pastor que se pasaba la mayor parte de su tiempo cuidando sus ovejas y, como muchas veces se aburria mientras las veía pastar, pensaba qué hacer para divertirse.
Un día, decidió que sería buena idea divertirse a costa de la gente del pueblo que había en los alrededores. Se acercó y empezó a gritar:
– ¡Socorro! ¡El lobo! ¡Qué viene el lobo!
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- Escrito por: Estefanía Morera
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