De entre tantas festividades, las Fiestas de las Cruces y Fuegos de mayo tienen un aroma especial y vienen a poner un punto y final a la larga espera de 365 días que los vecinos de todo un pueblo y de Tenerife en general han tenido que pasar para vivir una vez más las explosiones de color y de belleza que caracterizan estas celebraciones, que tienen lugar cada 3 de mayo.

Si bien estas fiestas se viven a lo largo y ancho del municipio, hay dos lugares a los que podemos considerar el centro de las celebraciones, como son las Calles del Medio y del Sol en el Realejo Alto y el núcleo de la Cruz Santa. No obstante y a pesar de tener muchos aspectos en común, el origen y la evolución de las celebraciones en ambos lugares ha transcurrido de forma separada e independiente en gran parte de las facetas de estas fiestas.

El fenómeno religioso de la devoción a la Cruz en Los Realejos debemos de entenderlo desde dos puntos de vista relacionados entre sí. Por un lado, el origen o fundamento histórico de esta tradición y por otro, la difusión y la devoción al Santo Madero, que está íntimamente relacionada con la impronta franciscana en el municipio. En el primer caso su origen lo debemos buscar en la terminación de la conquista de Canarias - ocurrida en Los Realejos en 1.496 - y en la colocación de una Cruz de madera en lo que luego sería el templo del Apóstol Santiago (primer templo cristiano de Tenerife). De este primitivo madero se conservan algunos trozos dentro de una Cruz de filigrana de plata que se venera en su interior. Mientras, en el segundo caso, habría que destacar la fundación del Convento Franciscano de Santa Lucía en los comienzos del siglo XVII, que propició que los propios frailes recoletos colocaran Cruces en lugares alejados de los núcleos, al borde de los caminos, o que establecieran los propios Vía Crucis. Hoy en día Los Realejos cuenta en todo el municipio con alrededor de tres centenares de este símbolo cristiano, que en capillas (capilla de la Cruz Verde), fachadas (la Cruz de Remedios o Meyos), templos, casas particulares, ocupando cabeceras de calles, riscos y peñas en el mar y en el monte (Cruz de la Degollada de Fregel a 1.400 metros de altitud), serventías, caminos reales (la Cruz del Camino de San Pedro), miradores (mirador de la Corona) o simplemente clavadas en el suelo son signos de identidad de la Villa.

calle del medio

Los enrames florales son parte esencial de la celebración de este mágico día del 3 de mayo. Capillas, ermitas y Cruces del municipio, independientemente de su ubicación, amanecen con sus mejores galas, cumpliendo de esta forma un año más con la centenaria tradición. Aun­que la toponimia, la heráldica, y las genealogías de nuestras tierras y pueblos hispa nos están salpicadas por el nombre de la Cruz, en ningún lugar se ensalza y se celebra esta festividad como en Los Realejos.

Son miles los turistas y visitantes que acuden ese día para admirar y disfrutar de los monumentos florales que el fervor realejero le vanta a los pies de sus Cruces, como las de las Calles del Sol y del Medio, y las de La Cruz Santa, un lugar donde se vive de forma distinta una hermosa tradición, que consiste en adornar y embellecer las Cruces domésticas que cada casa guarda en la intimidad hogareña, para luego abrir las puertas a la devoción popular que las visita en silencio.

La razón por la que la Iglesia Católica dedica el 3 de mayo a honrar a la Cruz, es debido a que en esa fecha del año 326 la emperatriz Elena descubrió, tras ardua búsqueda, el lugar donde se hallaba el Santo Sepulcro. La festividad de la Cruz solían celebrarla con brillantez distintos pueblo de Tenerife, pero ha sido en Los Realejos donde, por los motivos ya comentados anteriormente, ha experimentado una notabilísima evolución a lo largo y ancho de su geografía.

En el siglo XVIII las celebraciones y regocijos inherentes a estas fiestas continuaron aumentando a pesar de las limitaciones impuestas por las autoridades civiles y eclesiásticas que, poco amigas de la diversión, pretendían prohibirlo casi todo: hogueras de las vísperas, fuegos de artificio, bailes nocturnos y hasta algunas procesiones. Pero a pesar de ello, en este municipio se siguieron celebrando de la misma forma, haciendo caso omiso a las autoridades de la época, al igual que ocurriera más recientemente cuando la celebración de la Inven ción de la Cruz fue suprimida en la reforma litúrgica ordenada por el papa Juan XXIII en 1.959.

Al iniciarse la segunda mitad del siglo XIX se incrementaron los cultos religiosos y los festejos, incluyéndose enramadas, arcos de frutos del país, parrandas, etc. Tal ha sido su aceptación y arraigo, que este día ha sido elegido como fiesta local en el municipio.

LAS FIESTAS EN LAS CALLES DEL MEDIO Y DEL SOL: EL PIQUE Y LOS FUEGOS ARTIFICIALES

Con el paso del tiempo las fiestas se han visto notablemente enriquecidas, desde media dos del pasado siglo, con los exuberantes adornos florales y la espectacular exhibición pirotécnica que tiene lugar entre las Calles del Medio y del Sol, que avala la maestría de las pirotecnias de este municipio, una de ellas, la empresa Hermanos Toste, con más de doscientos años de trayectoria, es la primera de España, y ha conseguido a lo largo de su historia innumerables premios locales, nacionales e internacionales por todo el mundo.

Pero detrás de estas celebraciones y de la gran exhibición pirotécnica, hay una circunstancia que ha sido la clave fundamental para la supervivencia y desarrollo de las mismas, en lo que a las Calles del Sol y del Medio se refiere: la rivalidad - el pique - entre ambas calles, que en épocas pasadas ha estado a punto de desembocar en un auténtico estado de guerra y provocar altercados de incalculables dimensiones, vistos hoy como meras anécdotas y como un componente enriquecedor de las fiestas.

Algunos etnógrafos y antropólogos apuntan que este pique se remonta a 1.770 y a la existencia de dos clases sociales bien diferenciadas, los propietarios de la tierra en la Calle del Medio, también conocida como Calle de los Marqueses, y los medianeros y pequeños campesinos de la Calle del Sol. Esta circunstancia se ha querido ver como el origen o desencadenamiento de este tradicional pique, si bien es cierto que, tras la emigración a Venezuela, ocurrida años atrás, estos contrastes económicos tan pronunciados han desaparecido.

En algunos documentos antiguos consta que en otro tiempo la del Sol fue la Calle de La Lagaña y que estaba constituida por cuarenta y tres casas de vecindad en las que residían familias modestas económicamente, habitadas por labradores y asalariados jornaleros, algún cabuquero, zapatero, viñatero o carpintero, así como por mujeres que se dedicaban a lavar la ropa ajena, a majar lino, devanar, hilar, coser, además de cuidar a la familia, educar a los hijos y ayudar en las faenas agrícolas y ganaderas. Todo ello, como puede deducirse, dentro de un nivel de vida bajo y un grado de instrucción o formación muy escaso. Mientras, los datos transmitidos sobre los moradores de la Calle del Medio muestran nombres de clérigos, militares y apellidos compuestos de cierto abolengo, que revelan allí la presencia de gentes más acomodadas que los humildes vecinos de La Lagaña y que ayudan a comprender el origen de las famosas rivalidades vecinales de ambas calles.

Así, el pique sano entre las Calles del Medio y del Sol comienza históricamente como un día de conflicto simulado entre marqueses y campesinos. Las rivalidades consistían en que al paso de la Cruz en procesión por ambas calles se encendían hogueras, humos de colores y se hacía mucho ruido, de modo que el que mayores fogatas, mayores columnas de humo o más ruido hubiera hecho, ganaría el pique ese año. Pero tras la irrupción de las pirotecnias de lleno en la fiesta se pasaron a vivir auténticas batallas campales con petardos y voladores que surcaban el cielo en horizontal buscando la calle del enemigo.

Por estos motivos las celebraciones del día de la Cruz se convirtieron en pretexto legítimo para enfrentarse, con lo que se acabó relegando a un segundo plano el carácter religioso de las mismas. En esos años la fiesta y el pique era totalmente diferente a como se vive hoy.

La procesión, eje sobre el que giran las celebraciones, empezó en su día subiendo por la Calle del Medio y bajando por la del Sol, siendo una de las primeras que se realizó, pues era la Cruz el primer signo religioso que se veneraba en la calle, hasta que posteriormente se fueron incorporando los Santos, como ocurrió en Los Realejos, al unirse algunos años después, la imagen de Santa Elena acompañando a la Cruz. No obstante, en el período comprendido entre los años 1.928 y 1.932 se modificó este recorrido y quedó sólo con la Cruz subiendo por la Calle del Sol y bajando por la Calle del Medio.

Al pasar la procesión por donde existían Cruces a lo largo del recorrido se hacía un descanso que motivó que se tuvieran una serie de detalles para venerar al Santo Madero, colocando flores y adecentando los lugares y caminos por donde pasaba éste, motivando así el comienzo de las celebraciones.

Las Cruces de ambas calles carecían de capillas y se encontraban al aire libre y el día de la fiesta se les hacían unas capillas improvisadas con varas de castaño y cañas que luego se cubrían con sábanas nuevas que prestaban los vecinos. Al mismo tiempo se les confeccionaban unos altares y se enramaban con las flores que se pedían por las casas, siguiendo más o menos el mismo modelo que se sigue usando en los enrames actuales.

Las calles antes eran de piedra y para emparejarlas y dejarlas más vistosas, a veces se rellenaban con zahorra o picón, de forma que quedaban más cómodas y lisas. También se iba al monte para bajar ramas y plumas para el adorno de las calles. Las plumas eran grandes palos o troncos finos de árbol, de unos 10 ó 12 centímetros de diámetro, que se colocaban en los bordes de la calle para sustentar los adornos.

Cada calle prepara su fiesta por separado rivalizando en magnitud y espectacularidad. Esta preparación comienza desde que terminan las celebraciones del año anterior, puesto que hay que conseguir dinero para cubrir los objetivos que cada año se marcan las comisiones de fiestas. Lo que se llama la “perra de la Cruz” es una tradición y una necesidad que lleva a pedir puerta por puerta el dinero que luego se invertirá en la fiesta, colaborando todos los vecinos y los simpatizantes con una cuota mensual que se engorda los últimos días cuando se hace la última recogida. Además de esta financiación se realizan diferentes actividades a lo largo del año para conseguir aumentar los fondos, como pueden ser: excursiones, comidas, viajes, etc., así como las ya tradicionales rifas y hartangas de Navidad. También contribuyen al fondo los donativos que muchas personas mandan desde fuera del municipio y los que se recogen al propio pie de la Cruz. Además de eso, antiguamente se calaban manteles, se criaban cochinillos y hasta hubo un tiempo en el que se criaban potros para luego venderlos. Es digno mencionar que desde siempre todas las celebraciones y actos que forman parte de la Fiesta de la Cruz se realizan con las aportaciones de los vecinos exclusivamente, ya que no reciben subvenciones ni ayudas oficiales de ningún tipo, algo que le da a estas fiestas un carácter único.

Información proporcionada por la oficina de turismo de Los Realejos.