Mi hijo me manipula: ¿Qué hago?

Caprichos, mentiras, chantajes... Siempre es difícil para un padre darse cuenta de que ha sido manipulado por su hijo. ¿Pero por qué razón miente el niño? ¿Y cómo podemos reaccionar como padres para detener este comportamiento? Te contamos los pasos a seguir para recuperar una relación basada en la confianza y el respeto.

“Mi hija de 16 años me mintió deliberadamente para pasar la noche en casa de su novio, haciéndome creer que iba a casa de su mejor amiga", se lamenta Elena, de 40 años. Mi hijo de 4 años se revuelca en el suelo del supermercado si no le compro un juguete cada vez vamos. Así que le amenazo con irme y dejarle, y me dice que me odia", suspira Marta, de 32 años. Estas situaciones han sido experimentadas por muchos padres angustiados. Esto es tanto más cierto porque hoy en día se hacen muchas preguntas sobre su responsabilidad educativa, que a menudo van acompañadas de dudas y culpas por su parte.

¿Cómo se interpreta la manipulación en los niños?

Antes de intentar frenar este comportamiento, es importante definir la manipulación en los niños. Puede tomar dos formas.

  • El registro informativo: "él se inclina, te miente, no te dice todo, te confronta con tus paradojas".
  • El registro emocional: "Juega con tus emociones, con tu culpabillidad, desencadena tu ira o tu sentimiento de satisfacción para obtener algo de ti".

En todos los casos, la manipulación siempre apunta a un resultado.

¿El niño miente con malas intenciones?

Tenemos una tendencia excesiva a dramatizar las cosas y a ver la perversión por todas partes. Y los niños no son una excepción a este fenómeno.

La mentira y la manipulación siempre han existido y no es seguro que los niños de hoy en día sean más manipuladores que sus mayores. Pero más que eso, este tipo de comportamiento también forma parte del desarrollo del niño, ya que "inventa cosas, transforma la realidad, juega, asume papeles, inventa historias y experimenta con el poder sobre los adultos". Es un signo de inteligencia. En cualquier caso, siempre es la mejor respuesta que el niño ha encontrado cuando practica la mentira y la manipulación. En realidad, los niños que mienten lo hacen principalmente por imitación, torpeza o ignorancia, y no porque sean inherentemente malos.

¿Por qué miente el niño?

Para poder reaccionar mejor a este comportamiento, es fundamental que los padres entiendan por qué el niño actúa de esta manera. Porque detrás de cada manipulación hay un mensaje oculto. Enfadarse inmediatamente no permite tratar el problema en profundidad. Como resultado, se perpetúan las mentiras y los caprichos. En realidad, muy a menudo, el miedo es el instigador de estos comportamientos. Miedo a la reacción de los padres, pero no sólo eso, también: miedo a perder el amor, miedo a enfrentarse a la realidad, baja autoestima, inseguridad emocional.

La mentira se vuelve problemática cuando se convierte en el único modo de comunicación en la familia. Algunos niños mienten porque el chantaje, la culpa, la mentira, la información no dicha, el silencio, los juicios, el préstamo de intención, el doble discurso y los impulsos emocionales son comunes en la familia. En este contexto, no se debe esperar que los niños sean los que impulsen relaciones más sanas y auténticas.

Niños manipuladores: ¿cómo se puede detener este comportamiento?

Deja de manipular a tus hijos

Si los padres quieren cambiar su relación de forma duradera, deben empezar por desterrar el chantaje de sus propios métodos de comunicación. Amenazar a tu hijo con la amenaza de dejarlo solo en una tienda, o prometerle tres paseos al día siguiente, es en sí una forma de manipulación. No puedes pedirle a un niño que respete un valor que tú no tienes. Así que sí, lo primero que hay que hacer para que los niños dejen de manipularnos es tener relaciones auténticas basadas en la confianza y dejar de manipularlos nosotros mismos. Pero no basta con querer hacer este cambio para que ocurra como por arte de magia. Se necesita tiempo, coraje y compromiso personal.

Practicar la comunicación no violenta

Una de las formas de mejorar la relación padre-hijo puede encontrarse en la comunicación no agresiva. Es decir, el padre debe utilizar el "yo" para afirmar sin agresión, el "tú" para acompañar, y finalmente el "porque" para explicar".

El "yo" se usa para expresar las propias emociones y expectativas. Por otro lado, los padres no deben usar el "tú" para juzgar a su hijo, como "eres muy malo, quieres que mamá llegue tarde al trabajo".

Este tipo de método es eficaz porque la manipulación es a menudo un sistema de defensa: el niño tiene dificultad para articular las cosas con claridad, para decir con sinceridad lo que realmente sucedió y cómo se sintió. Si tienen miedo de ser rechazados o cuestionados, prefieren hacer trampa.

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Deja que tu hijo se sienta capacitado

Si los niños mienten, es también porque a veces no tienen suficiente libertad. Por lo tanto, debemos aceptar que se separen de nosotros. Si considero al niño como mi propiedad, lo convierto en un objeto dependiente de mí y dificulto su desarrollo. Me manipulará para escapar de mi control y lograr la autosuficiencia. Si lo considero un sujeto de pleno derecho, si reconozco su derecho a pensar, decidir, actuar y expresar sus deseos, de forma voluntaria e independiente, sin juzgarlo, influenciarlo o coaccionarlo; si realmente lo escucho y si le doy importancia a lo que dice, qué razones tendría para manipularme.

Acompáñalo en la expresión de sus necesidades

Practicar una buena capacidad de escucha significa invitar al niño a expresar sus emociones sin coaccionarlo. Para ayudarle a verbalizar lo que siente, puedes proporcionarle el vocabulario necesario. Las emociones están directamente conectadas a las necesidades. Si el niño siente una emoción desagradable, significa que algunas de sus necesidades no están siendo satisfechas. Si siente emociones agradables, entonces sus necesidades están siendo satisfechas. Hablo de necesidad, no de deseo. Por ejemplo, conseguir nuevo juego no es una necesidad, sino un deseo. Muchos padres piensan que están escuchando a sus hijos, pero están escuchando las palabras. Escuchar bien también implica sentimientos, y aquí es el corazón el que escucha.

Este tipo de relación basada en la confianza y la escucha permite el ejercicio de una autoridad benévola. Esto se traduce sobre todo en acciones y atención plena a los demás. De esta manera, la manipulación, tanto por parte de los padres como de los hijos, ya no es necesaria.

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