Sabemos que el sueño es fundamental para el desarrollo y la salud de nuestro bebé, pero no siempre conseguimos que duerma todo lo que debe, y casi siempre, acabamos creando malos hábitos que solo empeoran la situación. Hay que saber que se puede aprender a dormir.
Los niños que duermen mal pueden presentar desde alteración del estado de animo, irritabilidad, impulsividad, intranquilidad, más disposición a infecciones, hasta problemas en la secreción de la hormona del crecimiento. No olvidemos, como hemos indicado anteriormente en "la siesta, no te la saltes", tanto el hecho de dormir como la siesta, son los momentos en los que consolidamos lo aprendido durante el día. Sin descanso, anulamos el paso final sobre lo que han aprendido y consigo, retrasamos la educación de nuestro bebé.
No todos los niños y niñas tienen los mismos hábitos de sueño. Cuanto más pequeños son, más tiempo duermen. En los primeros meses el sueño está unido a la toma de alimentos y el despertar a la sensación de hambre. Los recién nacidos suelen dormir 16-17 horas diarias, repartidas en períodos que pueden variar de 2 a 6 horas. Alrededor del tercer mes empiezan a adoptar el ciclo día-noche, lo que significa que durante el día duermen 3 o 4 siestas y su sueño nocturno comienza a ser el más largo: entre 5 y 9 horas.
Dormir bien es un hábito que se va aprendiendo. Los padres y las personas que cuidan al niño o niña son los que deben enseñarle a dormir. A partir del mes de edad es el momento de empezar con las rutinas que favorecerán un patrón de sueño correcto.
El recién nacido no distingue el día de la noche. Por la noche la habitación debe estar a oscuras y en silencio. Durante el día debe entrar la luz solar y percibirse los ruidos normales que se generan en la casa y en la calle. De esta manera empezará a diferenciar el día de la noche.
Las tomas nocturnas serán breves, en ambiente tranquilo y con poca luz, no entretenerle con nada, para que comprenda que la noche es para dormir.
Cuando llegue el momento de cambiar al niño o niña a una cama o nueva habitación, hacerlo en una época en la que esté tranquilo y que no coincida con el comienzo de la guardería o la llegada de un nuevo hermano.
A los 6 meses duermen unas 14 horas diarias en total. Las siestas se han reducido a dos y su sueño se prolonga entre 10 y 12 horas. Comienzan a temer a la separación de los padres, pueden acostumbrarse a dormir con algún muñeco y con la puerta entreabierta.
Entre los 12 y 24 meses su sueño nocturno disminuye algo y poco después del primer cumpleaños la siesta se reduce a una diaria, generalmente después de comer. Es recomendable meter al niño o niña en la cama mientras esté despierto.
Evitar atender inmediatamente las llamadas nocturnas, retrasando poco a poco la respuesta, si el niño o niña se levanta y acude a la habitación de los padres, se le devolverá tranquilamente a su cama con firmeza y cariño.
Las consecuencias del mal sueño en los niños y niñas van variando según la edad. Cuando las alteraciones del sueño infantil se presentan con una intensidad y frecuencia que comprometen el curso normal del desarrollo, es necesario consultar con el pediatra.