El verano es una época del año que en apariencia remite a la alegría y a la ilusión. Sin embargo, como el dolor no entiende de fechas del calendario, la realidad es que existen personas que han tenido veranos muy amargos en su vida.

En algunos casos, como consecuencia de una enfermedad (ya sea propia o ajena), al haber sufrido un periodo de desamor agudo, al haber vivido un mal año a nivel profesional… El verano tiene una consecuencia directa y es que en la medida en que tenemos más tiempo para pensar, también damos más vueltas a la cabeza y eso no es bueno.

Porque a veces, nos conduce a un círculo vicioso de negatividad, de dudas y de miedo. Es normal tener una época del calendario favorita. A mí, por ejemplo, me encanta la primavera y el otoño porque en cierto modo, la naturaleza se muestra más bonita que nunca en esas fechas. Por otra parte, el otoño también representa el empezar de nuevo con nuevos proyectos y con nuevos planes algo que resulta vital a la hora de alcanzar la felicidad.

Más allá de este punto, y más allá de lo que hayas sufrido en tu vida, si el verano te trae malos recuerdos, te invito a hacer un pequeño esfuerzo por olvidarlos y dejarlos de lado. ¿Cómo? Centrándote en tu presente, en el aquí y en el ahora. Por otra parte, si existe alguna fecha en concreto que se te hace más difícil, por ejemplo, en el aniversario de la muerte de un ser querido, lo que te propongo es que este año, lejos de quedarte en casa recordando, organices un plan diferente. Vete con tus amigos de excursión, por ejemplo, celebra una fiesta en casa, vete al cine a ver una película divertida... Existen mil opciones, todas son posibles menos la de recrearte en el dolor y en la amargura de aquello que ya pasó.