rabieta

Todos los niños, en mayor o menor medida pasan por las rabietas. Éstas suelen comenzar alrededor de los 2 años y pueden durar hasta los 5.

¿Por qué aparecen?

A la edad de 2 años el niño da un paso importante en su desarrollo. Empieza a verse como un ser independiente y quiere aumentar su autonomía. Pero claro, esto sucede a una edad tan temprana que no entiende muchas otras cosas. La frustración es algo común en este momento. Hay una frase que define muy bien esta situación, quiero pero no puedo.

El niño quiere hacer cosas por sí mismo, reivindica su independencia, pero a veces se frustra, y ¿cómo expresa un niño de tan corta edad su frustración?, llorando desconsoladamente.

En contra de lo que se pueda pensar no es malo que los niños pasen por esta etapa. Es una fase difícil, muchas veces más dura para los padres que para los propios niños, pero es importante ya que forma parte de su desarrollo.

Los padres debemos ayudar a nuestros hijos en este tránsito, apoyarles, quererles e intentar comprenderles.

Muchos preguntan ¿qué podemos hacer para que no tenga rabietas?. Lo más importante es intentar prevenirlas. Todo padre o madre sabe cuando su hijo se encuentra ante una situación delicada o que puede desencadenar en un berrinche. Si uno ve que su hijo está a punto de entrar en una, es conveniente sacarle de esa situación que para él es estresante.

Pero si no hemos conseguido evitarlo, hay que intentar tener paciencia, darle mucho cariño, no perder los nervios, hablarle suavemente y esperar a que pase. Una vez que el niño esté calmado no está de más que hablemos con él, utilizando un lenguaje que comprenda, un tono de voz pausado, haciéndole ver que no sucede nada, explicándole que todos nos enfadamos pero que estamos ahí para ayudarle y consolarle. Un buen abrazo le hará comprender al pequeño que estamos ahí, que le queremos y que todo pasará.

Afianzar la autoestima y la seguridad en sí mismo le ayudará a superar con éxito esta etapa.

Si nuestro hijo se siente comprendido, protegido y querido, será mucho más fácil superar las frustraciones que se producen en estos momentos.

A medida que crecen, aprenden a verbalizar su estado de ánimo, dominan el lenguaje y eso les ayuda a contarnos qué les sucede. También otros aspectos maduran, las frustraciones se reducen y las rabietas se van espaciando.

Lo más importante es que afrontemos, como padres, esta etapa con serenidad. Nuestro deber es estar a su lado y ayudarles. No debemos olvidar que nuestro estado de ánimo será el de nuestros hijos.

Fuentes consultadas: La crianza feliz de Rosa Jové y Bésame mucho de Carlos González.